Aquellos Años (2015-2019) … Soy migrante en tierras quiteñas, cerquita del “Cielo”
Mi casa vieja
Remolino de Nostalgias
¡Añoranzas (3)!
El de la foto, ah sí, es mi abuelo Don
Carmelo García Gómez, desde niño yo le llamaba “Pacarmelo”, él fue mi papá, que
estuvo a mi lado todo el tiempo, disfrute de su compañía. Hoy lo recuerdo con
admiración y respeto.
Y, que tiene que ver mi abuelo, con “Mi casa vieja”.
La casa donde vivíamos fue construida por mi
abuelo, Don Carmelo. Allí murió él en diciembre de 1962 y en la misma casa
murió mi abuela en agosto de 1962.
Coro era una ciudad colonial de casas de
adobe y bahareque, las calles de tierra, de piedra o en la mayoría de los casos
de cemento, con un alumbrado por las noches que parecían tizones (un palo de
leña encendido). La casa de mis abuelos paternos, estaba ubicada en el centro
de la ciudad de Coro, calle Federación Nº 43, posteriormente cambiaría al Nº
62, a dos cuadras de la plaza Bolívar, la Comandancia de Policía y la Catedral
de Coro.
Quiero compartir cómo era nuestra casa en los años 40 y
a inicios de los años 50. Quiero describir, comenzando
por la entrada, un portón grande, amplio, que permitiera la entrada del arreo
de burros con que trabajaban mis tíos. Luego el zaguán, los corredores y los
cuartos que se comunicaban todos internamente, el piso en su gran mayoría era
de ladrillos.
Había un cuarto oscuro dónde
guardaban la comida, allí había sacos de café en grano, bultos de panela y
papelón, sacos de sal en grano, sacos de maíz en concha, cecinas de chivo
salado, pescado salado, racimos de cambur manzano, racimos de cambur topocho y
bueno esa era la despensa de la casa.
Ahora, vamos a describir la cocina con
detalles. La cocina era un “fogón” se cocinaba con leña, también se tenía un
anafre (era un hornillo pequeño) que funcionaba con carbón vegetal, la cocina
era amplia, allí estaba también “el molino” para moler maíz (Manual), estaba la “piedra de moler”
y la mano de piedra. Que yo recuerde, había una empleada doméstica, traída del
campo, que cocinaba los alimentos con leña, pues no existían las cocinas.
Siempre había la costumbre de dejar un palito de leña encendido dentro del fogón,
para no gastar mucho fósforo que eran escasos. Afuera de la cocina, hacia el
sola en un área techada, se tenía el “pilón de maíz” y su mano de pilón, aquí se hacía
el pilado que era el proceso de quitar la cascarilla al maíz, entonces
hablábamos de maíz pilado que era el grano de maíz pelado, esto es sin la
cáscara, usado para fabricar la masa para la elaboración de las arepas,
hallacas y lo que la imaginación de la cocinera mande; por que el anterior era
maíz en concha. El maíz se sancochaba en una olla grande, se dejaba enfriar y
listo para moler. El agua que quedaba de ese sancocho, se destinaba al engorde
de los cochinos (cerdos) para navidad. Un detalle importante, cuando se mataba
(faenaba) un cerdo se aprovechaba, la cabeza para hacer el “Celse” y las lonjas
de manteca (grasa) que se derretían para tener la “manteca líquida”, pues para
esa época no se conocía todavía el “Aceite”. Con esa manteca era que se
cocinaba. Una vez muerto el cerdo, se colocaba en una mesa y se le echaba agua
hirviendo para poder con un cuchillo retirar todo el pelo que tenía.
Un elemento importante en la cocina era el “Budare”, con el
que se hacían las arepas, una ollita para hacer café, no había colador, se
dejaba asentar para poder servirlo.
El corredor antes de entrar a la cocina, allí
había dos accesorios importantes, el “Aguaducho” que tenía en la parte de arriba una
piedra, y en la parte de abajo la tinaja que recibía el agua filtrada. Si
querías tomar agua fría, solamente tenías que sacarla de la piedra, en ese
entonces no conocíamos la nevera. El otro accesorio es el “Aguamanil” que
tenía en la parte de arriba la ponchera y en la parte de abajo la jarra con
agua, en el extremo tenía para colocar el paño (o sea la toalla). En el otro
corredor siguiente estaba el comedor, mesa grande con cuatro sillas y una “vitrina” dónde
se guardaban ingredientes para condimentar la comida, los pocillos y platos de
peltre, no faltaba nunca una tapara de suero de leche de cabra. El baño estaba
ubicado en el patio de la casa, una salita con su pipa de agua, tobos y la
infaltable totuma. Para lavar la ropa se tenía una “batea de madera”, debajo de una
enramada hecha de cardón (cañizo o totocoro), los baldes de agua y la panela de
jabón (jabón azul o jabón de la tierra). Para ese entonces no se conocía el
jabón en polvo.
En el solar de la casa, en un sitio bien
estratégico, estaba el “excusado o letrina”, ya se imaginarán ustedes su uso, en ese entonces no
conocíamos las cloacas ni los inodoros.
Hay un detalle importante, la casa tenía un patio
grande y un solar inmenso; para el solar
se traía del campo, los hatos que tenían el abuelo y los tíos, primeramente,
tuvimos una vaca para la leche de la casa, después eran cabras criollas
lecheras 2 o 3; y se alimentaban con el pasto “Al pará” (Pasto pará) y la
hierba guinea (Pasto guinea), que se traía de las huertas en los alrededores de
Coro hacia la Sierra.
Hay un detalle importante, mi abuelo tenía
otra casa al lado igual de grande, allí dormían mis tíos cuando venían de
visita. En esa casa había un patio, traspatio y solar; en el traspatio mí abuela tenía una
huerta, allí había sembrado cambur manzano, topocho y morado, lechosa,
quinchoncho, maíz, cilantro, hierba buena, orégano, caña, yuca, limón, guayaba,
ají picante, ají dulce y había otros cultivos que hoy no recuerdo. Mi abuela
tenía un refrán con el cilantro, “el cilantro es bueno, pero no tanto, aunque en
Coro decimos culantro”. En el patio de la casa, había también
tres matas o árboles que daban sus ricos frutos, el mamón, el cerezo y la uva
playa, todas las mañanas amanecía esterado el piso de los frutos maduros que
caían.
Mi casa vieja, la de los años 40, 50 y 60. Fue mi único hogar la casa vieja, en
esa casa de humilde techo de tejas, viví mi infancia y mi adolescencia, hasta
que me hice adulto y un día tuve que partir rumbo a la Universidad en otro
Estado. Bahareque, barro de torta, yerba de Conejo, luego adobe y por ultimo
bloques de cemento, y se perdió mucho de la calidad de vida, de una casa fresca
pasamos a ser una casa calorosa. Esa casa por lógica, había que hacerle mantenimiento todos
los años, revocar la teja para evitar las goteras cuando lloviera,
arreglar detalles y pintar, todo eso se hacía para recibir la navidad y el año
nuevo.
Patios de la casa vieja, que fueron testigos de ilusiones y sueños; patios que
me vieron llorar, quería irme, no sé, huir, pero allí seguía. Cada rincón de
esos patios guarda un recuerdo que no olvido, donde regaba las plantas y
cortaba las flores, ¡Oh! Patio querido como te recuerdo.
Yo cuidaba de “Mi Casa Vieja”, cada año le hacía su mantenimiento y
pintaba aquellas paredes viejas, y la ponía bonita; pero llego el día que tuve
que salir, por diferencias familiares, la Casa Vieja se quedó sola, ya nadie se
ocupó de ella, la casa se fue dañando, más nadie la cuido, aquella casa vieja
que me vio crecer, se desplomo, se cayó y desapareció. Así, desaparecen los
sueños de muchas personas, por no saber mantener lo que se tiene. Aunque ya
nunca más regrese a ella, ella siempre será mi casa vieja. Y mi casa vieja se
derrumbó, que dolor ver aquello, pero no podía hacer nada.
“A veces me preguntan por qué elijo hablar del Coro de
ayer” … y siempre respondo porque allí están mis recuerdos, los de mi
infancia, de mi adolescencia y mi juventud. ¿Ver cuánta esperanza, cuanta
resiliencia hay en la gente de mi pueblo? Intento mostrar lo pobre que éramos,
pero éramos felices, tratando de entender ese potencial humano.
Cuando veo una casa vieja y abandonada,
siento una inmensa tristeza. Las ilusiones de vivir en aquella familia unida,
las esperanzas de una nueva vida. De esta manera, transcurrió mi niñez y
adolescencia, acompañado siempre de mi abuelo “Pacarmelo” y mi abuela “Mapanchita”.
¡Una
migaja final…!
Casa vieja
Casa vieja donde yacen los recuerdos de otros
días,
De cuando éramos completos los hermanos y
papá
y mamá, felices eran cuando en juventud
ardían,
en hogueras de amor puro que entibiaban el
hogar.
Casa vieja hoy ya no existes, pero allí donde
existías
Sigo viendo los fantasmas de quienes tampoco
están,
Pero habitan mi nostalgia como cuando en ti
vivían
Y vivíamos felices como en su nido el zorzal.
Casa vieja, casa vieja, como talla la
nostalgia,
Por tus frescos corredores correteaba la
esperanza
Y brincaba la alegría con su jocunda
algazara.
Casa vieja que no existes, hoy solo eres
añoranza
Y al pasar por dónde estabas: todo llega y
pasa
Y hay que seguir el camino que la vida nos
depara.
(Fernandocardonakaro).
¡Citas
celebres…!
Elogio del tiempo pasado: "El crepúsculo
de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia" (Milan Kundera).
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