Memorias de un Migrante venezolano (2)
¡La quinta Nochevieja de un migrante venezolano en Ecuador!
¡Madre, esta noche
se nos muere un año!
¡Feliz Año a todas
las Familias del Mundo!
¡Patios de la Casa
Vieja, Remolino de Nostalgias!
Dicen algunos, talvez sea cierto: “Cuando la
casa de los abuelos se cierra, la familia se desintegra, nada vuelve a ser
igual, sólo quedan los gratos recuerdos de un ayer feliz y la añoranza por esa
felicidad perdida”. Mis abuelos murieron en el año 1962, mi abuela en agosto y
mi abuelo en diciembre. Y, a partir de allí, continuaba esas reuniones
familiares todos los diciembres, es un legado que nos dejaron nuestros viejos; por
cuestiones de estudio me fui del país en enero de 1966 y regresé en septiembre
de 1972, y todavía continuaban las reuniones familiares en el mes de diciembre.
En el año 1980, regreso A mi viejo Coro Colonial a trabajar como docente en la
Universidad Nacional Experimental “Francisco de Miranda”, y a partir de allí
seguíamos reuniéndonos todos los diciembres como era la costumbre de antaño.
Esto continuó hasta el año 1996, que tuve que abandonar mi “Casa vieja”. Y,
luego en mi casa de habitación en el Complejo Residencial “Rómulo Gallegos”,
hasta que nos tocó salir a un exilio voluntario.
“A veces me
preguntan por qué elijo hablar del Coro de ayer” … y siempre
respondo porque allí están mis recuerdos, los de mi infancia, de mi
adolescencia y mi juventud. ¿Ver cuánta esperanza, cuanta resiliencia hay en la
gente de mi pueblo? Intento mostrar lo pobre que éramos, pero éramos felices,
tratando de entender ese potencial humano.
¡Noche Buena de
Año Nuevo!
Al finalizar el mes de diciembre, se repetía
la historia, algunos tíos llegaban el 30 y otros el 31, pero para la noche buen
todos estábamos reunidos. La emoción, la alegría, esa convivencia volvía a
reinar en nuestra casa paterna. La fiesta de año nuevo acercaba aún más,
familiares y amigos, vecinos y conocidos, para compartir esos momentos
especiales.
Avanzaba la noche, y comenzaban a
preguntarse, cuánto falta para las doce; para ese entonces en la casa paterna
había una radio, las emisoras del país se dificultaba sintonizarlas, había
mucha interferencia, pero sintonizaba emisoras de Aruba, Curazao y Bonaire,
hablaban en papiamento, una mezcla de varias lenguas incluyendo el español.
Pero lo importante de estas emisoras, era la música, aquellos ritmos y eso en
muchos aspectos los que vivíamos en la costa nos identificábamos con ellos. Mis
tíos y algunos amigos, degustaban algunos licores, y lo más importante, se
disfrutaba comiendo hallaca, pavo, celse de cochino, chivo asado y para los que
ya estaban entonaditos por el licor un bue hervido de chivo.
Y llego el momento, se escuchaba los gritos,
la algarabía, “Feliz Año”, feliz año, y
yo lo primero dónde corría era dónde estaba mi abuela, feliz año abuela, como
no recordar aquellos momentos tan hermosos para una familia unida. Se sentía la
algarabía en la radio, feliz año, feliz año, y la música volvía a envolvernos
en esa magia caribeña de las islas.
Hoy, al recordar aquellos años, pienso en la
fuerza de esa unión vivida en esa familia, mi abuela era la responsable de
mantener esa unión familiar, que duraría por mucho tiempo, aún después de su
muerte. Mi abuela, Doña Francisca Quiñonez Castillo
de García, mi madre de crianza, yo la llamaba cariñosamente “Mapanchita” y los vecinos la llamaban “Doña Pancha”.
Y me encuentro ahora en tierras extrañas, recordando
ochenta años de lo vivido, los recuerdos permanecen, el afecto de mi nueva
familia “La Fernandera”, esos días de
playa en Adicora, las ganas de volver a estar juntos y celebrar en familia como
muchas veces lo hicimos. Agradecer lo mucho o lo poco que se tenía y lanzar los
deseos y sueños por cumplir al universo con esperanza y fe. Hoy, la familia
esta dispersa por el mundo, por ahora nos toca vernos a través de vídeos
conferencias por WhatsApp.
¡Una migaja final…!
¡Madre, está noche
se nos muere un año!
El poema de Andrés Eloy Blanco, escrito la
Nochevieja del frío 31 de diciembre de 1923, cerca de la Puerta del Sol, en
Madrid. Identifica hoy, los venezolanos exilados migrantes voluntarios
esparcidos por todo el mundo, que con tristeza celebramos la llegada del nuevo
año.
El radiodifusor falconiano, José Guadalupe
Polanco, el popular “Pepelupe”, cerca de las doce de la medianoche, para dar la
bienvenida al nuevo año, concretamente a un cuarto para las doce declamaba con
aquel sentimiento, ese poema, que logré escuchar por muchos años, primero en
“Ondas de los Médanos” y después en “Radio Coro”, la mensajera espiritual del
pueblo falconiano, las estrofas escritas por este inmortal poeta. ¡Las Uvas del Tiempo!
Hoy, que me encuentro lejos del terruño que
me vio nacer, recuerdo el poema de una Nochevieja que contrasta con la
felicidad de la fiesta, solo tristeza hay en mi ser, añorándote Patios de la
Casa Vieja, donde compartí con familiares y amigos los últimos momentos de un
año que se iba.
El poema es extenso, pero quiero reflejar las
estrofas que hicieron brotar lágrimas de mis ojos al escucharlas, por ese
sentimiento que recuerdo de momento, quiero compartir, espero les guste.
¡Una frase y algo más…!
Esta noche se nos muere un año, y es el momento perfecto para desearles a todos mis amigos y familiares un año nuevo de bendiciones para sus vidas, abundante en alegría, sobresaliente en sueños cumplidos. Paz, dicha y prosperidad en este año que comienza son mis mejores deseos. ¡Feliz Año a todas las Familias del Mundo!
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