Gracias por haberme devuelto las ganas de vivir...
La tarde era fresca y agradable. Regresabamos de una jornada más de trabajo voluntario en la comunidad de pescadores. La tenue brisa que se colaba por la ventana entreabierta del bus traía el aroma de la playa e invitaba al reposo. Pero Fulvia no había podido estar tranquila. Pese haber tenido un día de intensa actividad con sus compañeros promotores, su cuerpo cansado se negaba a relajarse. ¡Me quede observandola! Sudaba y aquel sudor corría por su cara y sus brazos, una mujer de piel morena, gorda, muy simpatica, que de repente me asustó. ¡Ey!¡Oigan! Alerté a los demás. Qué dos de ustedes la acompañen, por que para mí, le va a dar un patatú a esa señora. Recorrímos aquella carretera, que minuto a minuto se hizo más larga, hasta que llegamos a nustro destino y tuvimos que llevar hasta su casa a nuestra amiga. La semana continúa. Actividad de aula y muchos afirmarón, que Fulvia no debería ir porque era una mujer enferma. Los escuche, pero no tome en cuenta aquella recomendación. Al sáb