Destino de un niño negro (III)
En los años cincuenta, la dictadura militar que gobernaba mi país en cada fiesta patria se realizaban desfiles militares, donde los colegios y las escuelas tenían que participar. En nuestro colegio teníamos un régimen casi militar, teníamos una “Banda de guerra” dirigida por el padre consejero que para ese momento era el padre Ribolta, yo era integrante de la banda tocaba los platillos. Ensayos todas las semanas y cuando se acercaba un desfile ensayábamos todos los días varias horas. Éramos la mejor banda de guerra de todos los colegios y escuelas para ese momento. Hay varias cosas que vienen a mi memoria y quiero compartir, una de ellas era mi salud, padecía de bronquitis asmática, tuve una recaída muy fuerte y el médico el doctor Mastrandrea me comunico que no podía seguir jugando Fútbol y que tenía que suspender para siempre hacer deporte. A mi familia no le dije nada, cuando me mejoré seguí practicando mi deporte favorito. Otra de las cosas que recuerdo, es que en el colegio competíamos en aplicación por el primer lugar; todo iba bien, hasta que se me pego un dolor en el cerebro, insoportable, no podía estudiar sentado, tenía que estudiar en la cama, así era menos la molestia. Fui al médico, también me prohibió seguir estudiando, que ese año tenía que suspender; a mi familia nada de esto, logre obtener el segundo lugar en el segundo año de bachillerato, era el más difícil; y a partir de allí nadie me quito ese segundo lugar. A final de año, la premiación, medallas y diplomas, y ese orgullo para la familia blanca de un nieto-sobrino negro. Con unos compañeros de colegio, organizamos un conjunto de música popular, en la guitarra Salvador Guarecuco hoy reconocido cantautor de música vernácula; en el cuatro José Manuel Martínez; en las maracas yo y en la tambora no me recuerdo bien quién era ese compañero. La pieza que tuvo un éxito rotundo fue “Mambo en España”, con ella bailaron las chicas del María Auxiliadora y nosotros éramos muy populares, cuando había una fiesta estábamos invitados. Pero mis amigos eran otros, amigos inseparables, sobre todo había uno, Esteban Ramón era, fue y seguirá siendo por siempre mi mejor amigo, aunque tengo años que no lo veo. Los otros Juan Segundo y Orlando eran mis amigos pero el loco Esteban como así le decían era diferente, había algo que nos unía ir al cine y escuchar música clásica, él tenía un tocadisco pequeño y nos metíamos en su cuarto a escuchar la música de Beethoven, Schubert, Mozart, Tchaikovsky, Vivaldi, Bach, Chopin, Verdi y otros. Éramos adictos al cine, íbamos casi todos los días. Cines como el Rex, Miranda, San Antonio, San Nicolás y por supuesto el teatro Alcázar eran nuestras salas preferidas.
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