Destino de un niño negro (v)

Cuando escribo esto, recuerdo el poema de Gertrudis de Avellaneda, “La tumba y la rosa”, estaba en mi libro de Gramática Española texto de Castellano de quinto grado, que decía así:


Dice la tumba a la rosa:
“¿Qué haces tú, preciada flor,
Del llanto que el alba hermosa
Vierte en tu cáliz de amor?”

Y la rosa le responde:
“¿Qué haces, di, tumba sombría,
De lo que tu seno esconde
Y devora cada día?”

“Yo, perfume doy al suelo
Con el llanto matinal.
-Y yo un alma mando al cielo
De cada cuerpo mortal”.


Para ganar dinero, haciendo labores en la casa como los mandados a la bodega, ir a la vecina a buscar o llevar algo, moliendo el maíz para hacer las arepas y pare de contar. Pero también me las ingenie, ya que mi familia era muy numerosa y unida, y todos los domingos venían hombres y mujeres a visitar a mis abuelos; a mis tíos les ponía el cajón de limpia botas y por cada limpiada me daban 0,50 céntimos de bolívar; después no solo eran los zapatos, sino que lavaba los vehículos de dos tíos que domingo a domingo iban a mi casa. En esa época, con 0,25 céntimos de bolívar, uno compraba pan, queso y mi ñapa de caramelos. Época difícil, había hambre y uno se resolvía con poco, todavía no estaban de moda los refrescos embotellados. Reunir a la semana 2 ó 3 bolívares, era un éxito, con eso podía comprar, ir al cine y guardar. Ah, eso sí, yo tenía mi alcancía y ahorraba.

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