Destino de un niño negro (IX)
Conozcamos el paisaje, primeramente la ubicación del área de pastoreo, estaba ubicada hacia el sector conocido como el Patillal (el Cebollal) buscando hacia lo que es hoy la carretera Falcón-Zulia, una sabana que resistía la época de sequía o sea el verano prolongado; la vegetación, las especies vegetales más comunes en el área eran las siguientes: Orégano, Cardón de dato, Cardón de lefaria o breva, Buche, Cují, Dividive, Semeruco, Sividigua, Supí, Tuna, Vera, Yabo y Úbeda. La precipitación (lluvia) para aquel momento no se conocían registros, cuando llovía, caía bastante agua y desaparecía de inmediato dada la pendiente se la llevaba al mar; pero había veranos que podían durar de 3 a 5 años sin caer una gota de agua. El cardón de dato, una vez al año producía un fruto, de unos 5 cm de diámetro, de pulpa roja o blanca, comestible, espinoso. El cardón de lefaria, conocido por nosotros como breva por su parecido, producía un fruto liso, de pulpa blanca, comestible. Cuando andábamos en el monte pastoreando y era época de datos, estábamos felices, porque había que comer y aparecían las iguanas, conejos con más facilidad para cazar. No solamente era acompañar las cabras, también aprovechábamos para cortar leña para vender, cazar iguanas, conejos, para completar la estrecha dieta que teníamos. Cuando se acababa el agua del estanque (laguna), había que rajar cardón, el bueno era el cardón de dato; se habría, de tal forma, que la parte interior fuera aprovechada por los chivos, de esta forma saciaban la sed; o sea que, pastoreábamos hasta las 12 del mediodía a una de la tarde, descansábamos un ratito y a rajar cardón, esa tarea era todos los días. Mi padre de vez en cuando, venía a supervisar lo que hacíamos, estábamos rajando cardón y yo desechaba la punta; oh, un momento, esto no se puede perder, hay que abrir un pequeño surco y enterrar esa parte allí, cuando vengan las lluvias, nuevas plantas habrán nacido. Era cierto, mi padre era ecologista. Al salir, todas las mañanas, no podía faltar nuestra marusa (bolso hecho de coquiza) donde llevábamos harina de maíz y panela (sacada de la caña panelera en la Sierra Falconiana), para el momento de que nos diera hambre; también nos acompañaba una tapara (fruto del taparo, que, seco y ahuecado, usan los campesinos para llevar agua), de aproximadamente dos litros, donde traíamos el agua para calmar la sed. A golpe de once de la mañana en adelante, aquello era un infierno, el calor comenzaba a sentirse, y nosotros clamando en el desierto.
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