Destino de un niño negro (XVII)
No pude viajar a finales de 1965; el papeleo, pasajes y visado me detuvieron hasta inicios del próximo año. El 5 de Enero de 1966, me trasladé con mi padre a Maracaibo, iba a despedirme de mi tío Sergio, tío muy querido para mí. Celebramos con él y su familia, noche buena de Reyes y el día propiamente de los Reyes Magos, el 6 de Enero. Para ese momento, el puente sobre el Lago de Maracaibo no daba paso, se había caído una parte por choque de una embarcación petrolera; había que pasar los vehículos en Ferry, ida y vuelta; yo tenía un Volkswagen ensamblado en Alemania, con el viaje por muchas partes de Venezuela antes de salir. El día 11 de Enero de 1966, subí a un avión en el aeropuerto de Coro, a las 5:00 de la tarde, que me conduciría a Maiquetía (aeropuerto internacional) y a las 6:00 pm había llegado; esperar hasta las 11:00 pm el vuelo que nos conduciría a la república Argentina. Estando en la terminal internacional, conocí a unos jóvenes que venían de Santo Domingo rumbo a Buenos Aires, iban a estudiar en la Universidad de Buenos Aires. El vuelo hacía una escala en la república del Paraguay, aeropuerto General Stroessner; pudimos bajar y caminar hasta la avenida frente al aeropuerto, cercano había un mercado, al cual nos acercamos y vimos todo aquello. De repente, tiempo, hora de abordar el avión nuevamente, tenemos que seguir. Llegamos al aeropuerto de Ezeiza como a las 8:00 am, viajábamos en Pam Americam; y de allí en bus (ómnibus), que nos llevaría al centro de Buenos Aires. Me quede unos días con mis amigos de quisqueya, se portaron muy bien; ellos fueron recibidos por otros estudiantes dominicanos que ya estaban residenciados en Buenos Aires. Y llego el día, que tenía que trasladarme a San Miguel de Tucumán; fui al aeroparque, tomé un avión y llegaba a una ciudad, que sería para mí, un refugio, mi paz y mi felicidad. Me esperaba un amigo, Febres Morales, inseparables, hasta que se graduó y se marcho a Venezuela. Espero haber compartido con ustedes, este apasionante viaje por la aventura de recordar. Para despedirme, un poema que salió de la inspiración de recordar, para mis hijos, los de allá y los de acá, con admiración y respeto.
“Como enjambre de abejas alborotadas,
De un profundo rincón de la memoria
Salen gratos recuerdos de lo vivido
De pasados momentos inolvidables.
No los quiero ahuyentar, ¡quiero escribir!
Me brotan, me hacen vivir
Y uno tras otro con claridad percibo, ¡Oh!
Recuerdos de ayer, no te olvido”.
(Paisano)
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